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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Reguladores antijuego

26 de septiembre de 2019

Decíamos ayer que hay que poner en valor la buena disposición que muestran algunos reguladores para participar de manera directa en los eventos que promueve la industria del juego. Es una forma válida de integración en el sector, de querer escuchar y de mantener abierto el diálogo y la confidencia.

Afortunadamente se van acortando distancias entre administradores y administrados. Y se han dado casos paradigmáticos de reguladores que se han significado mucho por el juego y a lo que se añora. Recuerdo a José Antonio Soriano y en nuestros días a Fernando Prats y Luis Miguel González Gago.

Al lado de éstos ejemplos ha habido responsables del juego que no han disimulado su aversión por la actividad, su inquina manifiesta hacia las prácticas de azar. Tipos y tipas a los que el juego y sus gentes les repateaba y no escondían su desagrado.

Podría citar algún que otro nombre que respondía a ésos rasgos y que desempeñaba su cometido recientemente. Pero no es cuestión de a toro pasado entrar en faena. Años atrás se dieron casos clamorosos de individuos antijuego que alardeaban de ello. Santiago Méndioroz, secretario de la extinta Comisión Nacional del Juego, era un odiador confeso. Y si nos retrotraemos a épocas no tan lejanas nos encontramos con Mercé Claramunt, una comunista que tuteló el juego en Cataluña y que lo único que hizo fue dedicar mucho dinero a estudios que realizaban sus amiguetes sobre juego responsable, lar la matraca sobre la responsabilidad y subvencionar generosamente a los exjugadores en rehabilitación. De positivo para el sector cero.

O sea que se han dado situaciones en las que el responsable del juego gustosamente, de haber podido, se lo habría cargado.