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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Rafael Catalá o el sentido de la discreción

25 de julio de 2016

Cuando Rafael Catalá llegó al consejo de Codere ya exhibía una carrera política brillante. Abogado y perteneciente desde 1985 al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado ocupó altos cargos en diferentes ministerios, estableciendo un paréntesis de siete años ( 2005-2012 ) para integrarse como secretario general del consejo en la compañía presidida por José Antonio Martínez Sampedro. Salió de allí para volver a la vida pública y ser nombrado, finalmente, ministro de Justicia, cometido que ahora desempeña en funciones al tiempo que se responsabiliza también de Fomento.

Durante su período de vinculación con el juego Rafael Catalá mantuvo por norma de conducta una actitud discreta. De persona que denota conocimientos más que suficientes para erigirse en protagonista de cualquier situación pero que opta voluntariamente por el comedimiento, por el plano a contraluz, por una segunda línea alejada de toda estridencia. Ese rasgo de su personalidad caracterizó su paso por el sector, acompañado siempre por un alto sentido de la cortesía, de ése saber ocupar el sitio exacto en el momento preciso. En el trato directo, Catalá hizo de la caballerosidad un ejercicio habitual y en éste aspecto, sin pretenderlo, dio más de una lección a algunos tipos autoaupados en el egocentrismo, con más ínfulas que cerebro, que se pasean tan hinchados por las veredas del sector.

De vuelta a la asunción de responsabilidades políticas y ministeriales Rafael Catalá continúa fiel a su trayectoria marcada por la prudencia, por la caballerosidad, que no siempre está garantizada como moneda de curso legal en las altas esferas, y por el pragmatismo. Cuando no faltan los alardes verbales y las ansias de copar foco televisivo o en los medios en general de algunos de sus compañeros de partido y de gobierno, Catalá sigue insobornable en su postura contraria a la exhibición excesiva, al titular llamativo, al traspaso de unas líneas marcadas por quién, como él, opta por renunciar en la medida de lo posible a la proyección mediática. Y cuando la afronta lo hace desde un ángulo en el que prima la templanza de la palabra.
 
Pese a su apariencia de persona fría y controladora de sus emociones, Rafael Catalá se abrió públicamente para evocar sus vivencias en el juego y su admiración por la obra de los hermanos Franco durante la velada del aniversario de la compañía. Otro, desde su posición de ministro, quizás no hubiera hablado con la sencillez, intensidad y calor que lo hizo quién hoy es un hombre añorado por el juego. Talantes como el suyo no abundan. Y son un ejemplo a imitar para algunos. Pero eso es pedir peras al olmo.