El presidente valenciano Ximo Puig se ha enfundado políticamente el traje del bon xic ( buen chico en la lengua de Cervantes ) y dentro del mismo se encuentra muy cómodo. Lo suyo es una interpretación cotidiana del buenismo, de los tonos conciliadores, de las palabras suaves y del unidos venceremos. Todo muy de puesta en escena, de aire teatral que luego no se corresponde con los hechos que, para muchos valencianos, tienen ecos de tragedia. Que se lo pregunten, entre otros, a lo que llevan vivido en la pandemia las gentes de hostelería, el juego y el ocio nocturno por citar tres ejemplos, porque candidatos al descontento por la nefasta gestión hay la tira de afectados.
Por precaución procuro desconfiar de quienes dan la imagen aparente de buenos chicos. Los he conocido y cuando se quitaban la careta y mostraban su cara verdadera te encontrabas con tipos muy poco recomendables y nada de fiar. El señor Puig es de los que juega a la utilización de las varias caras, las de rasgos bonancibles y discurso angélico y luego están los hechos que desdicen lo anterior y encabronan a buena parte de los valencianos.
El bon xic se descolgó el otro día declarando que la Generalitat no recurriría el fallo del Tribunal Superior de Justicia que permite abrir a los establecimientos de juego. Y basó ésta decisión en que, de acuerdo con sus palabras, “se dan las circunstancias oportunas para que, con límites de aforo, se pueda mantener la actividad.”
Y uno le preguntaría al bon xic; ¿ Si ahora y antes se daban ésas circunstancias, que no se han modificado en absoluto, porqué razón mantuvo cerrados los locales de juego ? ¿ Lo hizo por no soliviantar a la vice tan amiga ella de amenazarlo y acojonarlo ? En cualquier caso, ¿ como tiene el cinismo de salir afirmando que se dan las circunstancias oportunas para mantener la actividad cuando, de no mediar los tribunales, el juego seguiría clausurado ? Con la careta fuera el buen chico es, cuanto menos, peligroso. A las acciones me remito.
