No hablamos de la película de Hichcock. Hacemos referencia a la psicosis que perdura en una parte de la población española que se muestra reacia a visitar locales cerrados. La pandemia está dejando huellas en la sociedad y existe un miedo latente o al menos un sentido de la prevención muy remarcado que aleja a un segmento de la ciudadanía de las salas de espectáculos y entretenimiento.
Bingos, salones y casinos están metidos de lleno en ésa dinámica que limita, y de manera muy acentuada, las visitas a sus establecimientos. Las interrupciones en su funcionamiento, muchas de ellas prolongadas más de lo razonable, y la aplicación de restricciones han contribuido a que se produzca una contracción de público que, en opinión de los empresarios, tardará en recuperarse porque la psicosis perdura y las precauciones continúan manteniendo el estado de alerta.
La vuelta a la normalidad, tan cacareada por los voceros políticos y sus terminales mediáticas, costará lo suyo para bingos, salones y casinos, que han desarrollado esfuerzos encomiables para extremar todas las medidas y garantizar así la seguridad sanitaria de sus establecimientos. Pero el miedo es libre, está ahí, y es una factura más a pagar por un sector durísimamente tratado por la pandemia en idéntica medida que ha sido maltratado por la mayoría de administraciones.