Decía el maestro César González Ruano que cuando se ponía a darle vueltas a la cabeza para que salieran ideas sobre las que escribir el artículo, o los artículos, de cada día y no salía nada el último recurso a emplear era hablar del tiempo. Tengo los temas y las ideas agotados y eso es lo que me sucede a mí ésta mañana de sol. Desde el ventanal del despacho donde trabajo frente a la vieja máquina Olivetti que ya nadie utiliza contemplo el paisaje urbano que abarca la vista. Tras unos días muy grises con una lluvia fina y pertinaz poniendo una nota melancólica en el ambiente los rayos firmes del sol están dorando las terrazas que tengo delante, dándole a los balcones el aire de una anticipada primavera que está a la vuelta de la esquina y que seguro que hará brincar de gozo a los corazones ante la llegada de una estación que enfervoriza a los poetas, que les invita a la creación de versos de desatado lirismo, que les hace encender la llama del amor en sonetos nacidos bajo la inspiración de un soplo primaveral que ejerce una influencia trasformadora en la ciudad y su cambio de fisonomía, en el bosque y sus habitantes que estallan de alegría, y en las personas que presienten la entrada en un tiempo nuevo preñado de oportunidades para romper la reclusión urbana y largarse en busca de la libertad del mar o el silencio idílico de la montaña.
Utilizar la primavera como pretexto para cantar y contar las bondades de una estación que es preludio de cambio de hábitos, del retorno a la naturaleza que engalana el espíritu y tanto enseña, de la escapada hacia ninguna parte por un tiempo que invita a romper la monotonía es una manera de huir de una actualidad, la de ahora mismo, que destila nauseas, amenazas, mentiras y barbarie. Se impone volver la espalda ante tamaños desvaríos y pensar en la triunfante y florida primavera que está a punto de nacer. Y en la que Dios quiera que se abra el capullo de la concordia.
DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer
Primavera
11 de marzo de 2022