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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Presidentes perpetuos

15 de julio de 2016

Fernando Luís Henar ha sido reelegido presidente de ASAEBIN. Cuando concluya el nuevo mandato llevará doce años al frente de ASAEBIN. Y es probable que dentro de cuatro años sea de nuevo confirmado para seguir llevando el timón de la nave.

El caso de Henar no es una excepción. Si repasamos el acontecer asociativo de los últimos años, particularmente del subsector del bingo, caemos en la cuenta de que la mayoría de presidentes llevan muchos años ocupando el sillón y no se cansan de repetir.

Estas persistencias en el cargo sólo pueden obedecer a dos causas: que los candidatos tienen garantizado el puesto merced a una gestión brillante o simplemente eficaz; o que el asociacionismo anda como un tanto alicaído, las inquietudes existentes son más bien escasas y el colectivo asume una política continuista como mal menor.

Contrasta éste panorama anodino y de cierta resignación con el que solía vivirse veinte o veinticinco años atrás. Marcado por unas contiendas electorales muy subidas de temperatura ambiental, donde los candidatos en liza buscaban el voto con ahinco, se explicaban las acciones a desarrollar por cada uno y había debate, discusión, tensión asociativa en una palabra.

Aquéllas pugnas por alcanzar la presidencia de una asociación ponían de manifiesto el interés del empresariado por apoyar y potenciar una vía fundamental para la defensa de sus intereses y el alcance de sus objetivos. Y de ahí se derivaba la necesidad de acertar en la persona elegida para llevar las riendas de la entidad. Había por tanto clima electoral, espíritu de confrontación, nervio y hasta pasión en las contiendas.

Podría citar ejemplos de elecciones vividas en ASEJU, AEJEA, EJUVA, ANDEMAR o ASAEBIN, en las que en más de una ocasión tuve arte y parte, y que estuvieron rodeadas por el fuego cruzado de los aspirantes, la polémica, la venta de favores y en las que no faltaron las traiciones. Pero lo importante era que se daba importancia a la lucha electoral.

Ahora y desde hace tiempo hemos entrado en una etapa de placidez asociativa, de paisaje inamovible, con sol y sombra incluidos, de continuismo quizás excesivamente en calma. La conclusión no es otra que o todo marcha divinamente y va de puta madre, que puede ser, o el asociacionismo ha perdido pujanza, influencia, espíritu de pelea y ha caído en el conformismo. Que también puede ser. En la segunda hipótesis hay que prepararse para tener presidentes a perpetuidad.