Londres fue durante un puñado de años el centro del juego a escala mundial. Siempre catalogué a su feria como la más completa, superior en mi criterio a Las Vegas, por albergar en su espacio la más nutrida exhibición de productos para la industria. Tanto los organizadores del evento como la propia municipalidad londinense se ocupaban de cuidar la muestra con la intención de atraer al mayor número de visitantes.
La dirección de la feria me invitó, hace muchos años, a que me desplazara, en compañía de otros colegas de medios informativos, hasta la ciudad del Támesis para conocerla e informarnos sobre las novedades de la próxima convocatoria ferial que estaba pendiente de celebrar. Debo decir que nos trataron a cuerpo de rey. Visita a los monumentos y lugares más emblemáticos de Londres con parada en el Parlamento. Una vez en su interior nos mostraron sus aposentos, incluido el salón donde el príncipe Felipe de Edimburgo se tomaba sus gin-tonics mientras la Reina Isabel pronunciaba el discurso de apertura del año político. Todo un conjunto de postales dignas de ser recordadas por el impacto de una capital donde la historia se hace muy presente, cruce de razas y culturas, y que a lo largo del tiempo gocé de la oportunidad de conocer a fondo y quedar cautivado por sus múltiples motivos para despertar la admiración del forastero.
Esta postal ya color sepia de Londres y de su feria de difusión mundial me trae el reverso de la estampa de Barcelona y ése ICE 2025, sobre cuyos comportamientos políticos, minoritarios pero de rasgo excluyente, no son de recibo.
Impropios del sentido hospitalario de una ciudad como la condal que, en el caso que nos ocupa, debe abrirse al mundo para acoger con cordialidad a los miles de visitantes que acudirán a la Feria. Y que están en su derecho de llevarse hacia sus países de origen un recuerdo imborrable de su estancia. Idéntica a la que guardo de mis días de un Londres nunca olvidado.
