Decepciona al ciudadano constatar que gobiernos y partidos viven de la política de los gestos. Actúan y resuelven en base al titular llamativo, cuanto más escandaloso mejor, que aparece en cualquier medio informativo. De lo que se trata de se sumarse al revuelo que monta la tele o la prensa sin importar en exceso el grado de credibilidad de la noticia ni pararse a analizar el asunto con un mínimo de objetividad. Aquí priman los gestos, el oportunismo de “estar con la calle” y “con la gente”. Las ideas, las reflexiones, sobran.
El gobierno de la Comunidad de Madrid ha querido sumarse a esta corriente. Y se ha plegado de buen grado a la campaña furibunda contra los establecimientos de juego. Quiere modificar por vía de urgencia el decreto normativo que regula las máquinas recreativas y apuestas. Aunque reconoce que los controles de acceso y los locales de juego funcionan y que el territorio está por debajo de la media nacional en cuanto al número de establecimientos.
¿Si la Comunidad de Madrid admite de entrada que la situación no es de sobresalto, ni las luces de alarma de han encendido, a que viene tanta prisa, tanto desasosiego para acelerar un asunto en vísperas de elecciones autonómicas?
La respuesta es facilona: Hay que subirse a la grupa del “España es una timba”, “de los menores caen en la telaraña del juego” y de tantas barbaridades más. Asqueroso por el tufo oportunista y fullero que desprende todo esto. Y son los políticos de tercera que nos ha deparado la suerte.