La Policía Nacional actuó y descabezó a un grupo de delincuentes que se encargaba de asaltar salones de juegos y gasolineras de Madrid. La intervención de las fuerzas de seguridad del estado ha puesto fin a una pesadilla, una de tantas , que sirven para perturbar la vida ciudadana al tiempo que siembran la alarma y el miedo.
A éstos efectivos policiales que están al servicio de la seguridad de todos; que son garantes del orden y del cumplimiento de la ley; que velan para que nada altere la pacífica convivencia de los españoles; que están mal pagados y son peor tratados; a éstos cuerpos de arriesgados funcionarios públicos se les quiere ahora privar de elementos disuasorios para poder salir de situaciones violentas o comprometidas para su integridad física; se pretende cuestionar su palabra llegado el momento de informar en la denuncia efectuada tras una infracción y, llegando al colmo de la insensatez, quieren que los policías se conviertan en taxistas de aquéllos que son trasladados a comisaría y deben ser absueltos.
Estas son algunas de las perlas del proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana que despide un fuerte tufo podemita y que parece que es asumido por Sánchez y sus mariachis sanchistas que no socialistas. Vamos por el mejor de los caminos. Con un grado de inseguridad ciudadana que está ahí. Con manifestaciones callejeras a la carta. Con profesionales del desorden campando a su albedrío y una policía maniatada, desnaturalizada en su misión efectiva y sin contar para nada con el apoyo y respaldo de los políticos al mando. El caos está servido.