Con la familia González Deltell he mantenido y sigo en ello una relación de más de cuarenta años. Una relación que fue mucho más allá de lo profesional para insertarse en el plano de lo personal en el que entran en juego las vivencias que se comparten y con las que abrimos el corazón y los afectos hacia aquéllos que consideramos amigos. Con Xavier y Pili estrechamos lazos mi mujer y yo, y también uno de mis hijos, que se hicieron muy sólidos y duraderos con el transcurrir del tiempo.
Han sido una serie de encuentros mantenidos a lo largo de los años con Pili y Xavier los que obraron el milagro siempre grato de encontrar afinidades, de disfrutar de pequeños momentos para recordar, reír o intercambiar problemas y preocupaciones que de todo ha habido. Y en ésas instantáneas que rescato ahora de la memoria veo la imagen vitalista de Pili, con su risa natural, sus ganas de vivir y su sentido de protección hacia la familia de la que era pieza clave.
No puedo dejar de sustraerme al recuerdo de aquéllas memorables sesiones gastronómicas, en las que pasábamos revista a mil temas entre ellos los que concernían a nuestras respectivas familias, abriéndonos a las confidencias y repasando aspectos de la existencia que nos tocaban muy de cerca. Y en ésos ratos gratos y de alegría contagiosa el optimismo de Pili, su vitalidad y su fuerza arrolladora se ponían de manifiesto. Al final el brindis, con rosé por favor, ponía el feliz colofón deseado.
Se lo que Pili significaba para Xavier. Se de su aportación caudalosa y dinamizadora a la familia. Y por ello no dejo de enfurecerme con ése destino tan injusto que nos priva de personas como Pilar Deltell Ramos de la que guardaremos gratísima memoria.
