Debo felicitar a ANESAR por asumir la realización del homenaje tributado con motivo de su Congreso a Pilar Delgado, la que fuera protagonista esencial del juego en Castilla y León y cuya gestión estoy seguro que será añorada por el sector.
He tenido la suerte de tratar a Pilar por espacio de muchos años. Y a través de ésa relación he podido valorar el sentido que ella le confiere a la función pública. Que es, ni más ni menos, la que está adherida a su condición de tal: o sea la del servicio público entendido en su más amplia acepción, de manera vocacional y siempre predispuesta a la atención solicita y la ayuda demandada. Postulados que muchas veces, y quizás más de la cuenta, no son seguidos por quienes están integrados en los cuerpos funcionariales y se deben por tanto a la ciudadanía.
Pilar Delgado ha estado al pie del cañón, y nunca mejor dicho, durante diecisiete Congresos de Castilla y León. En la mayoría de ellos estuve presente y soy testigo de como se multiplicaba para cuidar todos los detalles del evento, para ir de acá para allá sin darse respiro, para estar pendiente de los invitados, para no perder la calma ni la sonrisa y conseguir que todo el programa se desarrollara de acuerdo con el guión marcado de antemano.
Lo de Pilar ha sido un ejemplo de entender lo público en sus justos y amplios términos. De entregarse a las tareas encomendadas con predisposición innata para darse a los contribuyentes y desplegar su trabajo con amplitud de miras y vocación de servir a los demás.
Bonito gesto el de ANESAR y SAJUCAL al rendir tributo de admiración hacia una funcionaria ejemplar como es Pilar Delgado y con la que el sector estará permanentemente en deuda por los muchos y eficaces servicios prestados. Me consta que se le echará en falta y ése es el mayor reconocimiento que puede recibir quién hizo de la función pública una labor eficaz y generosa acorde con sus exigencias. Algo que falla en más ocasiones de las debidas.