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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Perversidad

1 de marzo de 2022

Es el título de una de ésas películas del mejor cine clásico que han dejado huella en los amantes del séptimo arte. Dirigida por el maestro Fritz Lang e interpretada por el genial actor que fue Edward G. Robinson la cinta habla de la perversidad como recurso para hacer daño de manera intencionada recurriendo, si es preciso, a los más bajos instintos del ser humano. Perverso es aquél que cruza las barreras morales con la aviesa intención de perpetrar todo tipo de maldades.

Me han venido a la mente la cinta y su argumento que recuerdo con nitidez después de enterarme que el inefable Alberto Garzón, ministro sin trabajo conocido, estuvo en Alcalá de Guadaíra ( Sevilla ) para decir en su Ayuntamiento que las casas de apuestas son “un modelo perverso.”

Otra virtud no pero nadie osará discutir que Garzón es maestro en soltar sandeces, tantas que sobre ellas puede escribirse un tratado de la necedad con aspiración a obtener sobresaliente. En su paranoica obsesión con las casas de apuestas larga lo de la perversión y se queda tan ufano, que lo es y en grado sumo, quizás para disimular su tontuna de nacimiento.

Perverso, además de irresponsable en su función de ministro de España, es Garzón cuando descalifica de éste modo ruin los despachos de apuestas. Y lo hace mostrándose fiel a una trayectoria política, super gris y sin la menor chispa de brillo, que no duda en recurrir a la perversidad para desacreditar nuestras carnes e infringirles un daño gravísimo. Perverso en sus loas y entusiasmos ante las dictaduras cubana y venezolana. Perverso un tipo que dice no a la OTAN y no se pronuncia sobre la invasión de Ucrania. Y que un tío así sea ministro de España es, por sí sólo y lo que dice, para avergonzarse del gobierno que nos tocó en suerte. En mala suerte.