Nadie puede negar que el ministro de Consumo, don Alberto Garzón, es un tipo inefable. De sus manifestaciones públicas cabe esperar cualquier sorpresa y algún que otro dislate. En algunas de sus declaraciones hasta parece jalearse y decir para sí, como hacían los toreros después de adornarse con el capote: ¡ ahí queda eso !.
Un buen día el ministro afirmó que el turismo no tenía excesiva importancia económica para España y se quedó tan ancho. Y su hermano, economista él, soltó aquello de que en tiempo de crisis los problemas se solucionan fabricando más billetes. ¿ Que les parece la idea ?
Volviendo a don Alberto lo último que ha dicho es que “hay que terminar con los mensajes absolutamente perversos del juego que crean falsas expectativas.” Suponemos que se refiere, claro, al juego privado, porque el público o semi ni tocarlo.
Digo yo que el lúcido de don Alberto no considera perversión ni falsas expectativas engatusar a la gente con cruceros de ensueño, sueldazos para tumbarse a la bartola, vender premios millonarios para no dar golpe en la vida o disfrutar de vacaciones perpetuas en el Caribe tras verse favorecido por la diosa fortuna. Son algunas de las propuestas publicitarias con las que los juegos públicos y semi bombardean al personal a través de los medios. Y uno, que sigue siendo un ingenuo a pesar de la edad, le preguntaría al señor ministro: ¿ No hay al menos unas gotitas de perversión en ésta venta de cuento de la lechera ? ¿ No se edifican en éstos mensajes pertinaces mundos de fantasía para encandilar al personal sacarle sus buenos euros y llenar los bolsillos de SELAE y ONCE ? ¿ Descartamos aquí todo indicio de perversión ?
Al parecer don Alberto Garzón no ha caído en éstos pequeños detalles. Es imposible percatarse porque está agobiado por el mayúsculo trabajo que debe de atender en un departamento tan sobrecargado como Consumo. Hasta pena me da tanto faenar.