Me cansa reincidir sobre el tema por reiterativo y aburrido. Pero la actualidad tiene sus servidumbres y hay que apechugar con ellas. El periódico El País, que ha dado un giro editorial en los últimos meses que produce sonrojo por el chaqueteo experimentado, dedicaba su espacio de opinión a las casas de apuestas. Y con el tono campanudo que le caracteriza aseguraba que estos negocios “han proliferado sin medida en las grandes ciudades, no asentándose en los barrios adinerados, sino en los que tienen un bajo poder adquisitivo y presentan una elevada tasa de población inmigrante.”
¿Se puede generalizar informativamente así, con tanta frivolidad, o irresponsabilidad, sin aportar ninguna prueba de semejantes aseveraciones? ¿Ha comprobado El País que esto es así en la mayoría de ciudades españolas? ¿De que investigaciones se ha servido para difundir, de forma concluyente, esta denuncia?.
No hay que engañarse. El editorial de El País, que hace tres meses se escoraba de centroderecha y de pronto se ha convertido en el boletín oficial de los socialistas y sus amiguetes, lleva implícito el consabido mensaje. Manido y descalificador. Según su tesis, tan en boga, todas las casas de apuestas están en los barrios marginales y arruinan a sus familias. Son la lacra con la que hay que acabar. Un diario, presuntamente serio, cae en la banalización y en el tópico al abordar el asunto. Y se sube al carro de los carroñeros. Ese es el periodismo de desinformación que tenemos. Y casi no hay otro.