Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Perfectos maleducados

29 de noviembre de 2016

Hay gente que se irrita con extraordinaria facilidad. Con lo malo que es para el corazón ésa propensión al sobresalto, con lo contraproducente que resulta tensionar el ánimo. Pero hay quién ni por ésas. Son personas que se dejan invadir por la cólera con facilidad y a las que los flujos biliares les surgen espontáneos. Al parecer la mala baba la llevan incluida aunque no figure, en el carnet de identidad y le rinden tributo a la menor oportunidad que se les presente.

Uno de ésos tipos, con atributos más que suficientes para simbolizar en su persona el Oscar de la acritud y de la que no se desprende ni cuando duerme, que ya es decir, nos llamó el otro día para trasmitirnos, no por boca propia si no de empleado, sentirse indignadísimo, furibundo y no sé cuantos adjetivos más, relacionados con la cólera por descontado, con una información que habíamos publicado y que no le gustó nada, ni una pizquita vamos. 

El atribulado caballero en cuestión, que está tan en lo alto que no se aviene ni a coger el teléfono por aquello del tener que descender para cogerlo, estaba que trinaba, presa del más acalorado de los enojos. Circunstancia, por otra parte, que responde un poco a su estado permanente.
 
Le pedí al mensajero un poco de templanza para su señor. Que me consta es recomendación difícil cuando se trata de un tipo con carácter abrupto y rictus siempre en posición contrariada. Y le comenté que si la información que había leído no le había gustado lo sentía en el alma. Lástima, le añadí, que su jefe, debido a sus múltiples ocupaciones, no hubiera tenido la oportunidad de perder unos minutos leyendo un artículo reciente que le dedicó quién esto firma con palabras laudatorias para su figura empresarial. Que pienso es acreedor a ellas puesto que su ceño permanente fruncido y sus modos altaneros y, si me apuran agresivos, no empañan su ejecutoria empresarial, brillante por otro lado.
 
Hay una regla de oro de la convivencia que es la cortesía. El personaje que aludo en éste comentario no la ha practicado jamás. Por tanto no es extraño que no mostrara el menor reconocimiento ante los elogios. Y sí se mostrara tal cual es: como un perfecto maleducado. Pero de éstos sarampiones, por suerte, llevo curado la tira de años.