Más allá del ejercicio de la política hay otra vida. Y la hay en forma de puertas giratorias, que abren el camino hacia suculentas prebendas, y si no que se lo digan a Antonio Miguel Carmona y sus 400.000 pavos anuales; y en forma de creación de gabinetes de análisis y estudios, dicho finamente, que al fin y a la postre no dejan de ser otra cosa que despachos de influencia y lobbys de presión.
Pepiño Blanco, el que fuera mano derecha, y parte de la izquierda, de Zapatero, que precisamente no destacó por ser ninguna lumbrera, llegó sin embargo, a vicepresidente de gobierno. Luego se dio unos garbeos por Europa como eurodiputado sin misión esencial que se conozca y a la vuelta, con la agenda abundante de teléfonos y contactos, montó su oficina de intermediaciones y se puso a facturar. Tirando por alto como no podía ser de otra manera.
Pepiño se rodeó de varios socios. Entre ellos de Antonio Hernando, que tenía rasgos similares en cuanto a biografía política. Fue mano derecha, y casi toda la izquierda, de Pedro Sánchez cuando lideró la oposición y cometió el error táctico de sumarse a la corriente antisanchez cuando el aparato del partido lo defenestró. Pero como la política es una caja de desamores, traiciones y sorpresas, el presidente ha rescatado a Hernando del olvido y se lo ha llevado a la Moncloa.
A lo que iba: el lobby de Pepiño, del que formaban parte Hernando y Cia facturó éste año un 14% más que el ejercicio anterior a pesar de la pandemia y la crisis. O sea que hay vida más allá de la política para aquéllos que sacan tajada de sus contactos, sus teléfonos y su presunta influencia en los círculos del poder. Trabajando por lo fino, vendiendo mucho humo y facturando por todo lo alto. Estos son los padres de la patria reconvertidos en facturistas .