Vivimos en un país singular, distinto del resto de los europeos, donde se producen estampas políticas inimaginables en otras latitudes, un poco más serias, más cuajadas en el desarrollo y ejercicio de los métodos democráticos y en el estilo, actitudes y comportamientos de aquéllos que asumieron la representatividad de los ciudadanos. Que siempre entendimos, al menos los que peinamos muchas canas o se nos cayó el pelo, que debían de ser caballeros pulcros, educados, de comportamientos corteses y actitudes razonadas y conciliadoras. Y si gustaban de la estética elegante, mejor que mejor. Pero como somos anticuados y vivimos en una galaxia fenecida eso queda para el recuerdo de los pelmas nostálgicos.
Volviendo a lo de vivir en un país singular ya me dirán si no lo es éste que habitamos. Donde un día sí y otro también el vicepresidente del gobierno que juró lealtad al Rey le sopla la badana al monarca. Donde los ministros de éste andoba, como no tienen trabajo y se aburren, se dedican a poner a parir a parte de sus compañeros del consejo. Y en medio de éste batiburrillo cotidiano localizamos a un presidente amnésico, que no se acuerda de las mentiras que contó y las continúa prodigando con toda su jeta. Y con un ministro puesto al frente de una pandemia cuya gestión ha sido catastrófica y que, en función de los éxitos derivados de la misma, es promovido a candidato a presidente de una Comunidad. ¿ Los méritos contraídos ? Que es serio, educado y no crispa. Podríamos continuar pero lo haríamos muy largo. ¿ Estamos o no en un país singular ? Ustedes dirán.