Si es usted viajero, turista y trata de orientarse sobre la fiesta de las fallas igual se confunde de itinerario. Porque si accede a la página web de la Generalitad de Cataluña leerá que las fallas son una manifestación festiva de raíz catalana que tienen su origen en aquéllas tierras y datan de cuando los carpinteros, por supuestos que catalanes de pura cepa, conmemoraban la efemérides de su santo patrón, San José, quemando en la vía pública las maderas y trastos viejos de sus talleres.
O sea que, mucho cuidadito, que a lo peor ponen el automóvil, el tren o el avión rumbo a Barcelona, Sitges, S´Agaró o L´Hospitalet para admirar la majestuosidad de los monumentos satíricos que se ríen del mundo y de sus intérpretes y con lo que se encuentran es con los muchachotes de la estelada y la barretina hablándoles del “prosés”, de la desconexión, que todavía ignoramos, tontos que somos, como se llevará a cabo, y de las carteras que les ha robado la p… España y que les ha conducido directísimamente a la más triste de las ruinas.
Pero, ¿ y las pretendidas fallas ?, se preguntarán ustedes en el colmo del despiste, ¿ por donde caen ? Y no tendrán más remedio que sobreponerse a la confusión transitoria y marchar hacia abajo, atravesando la frontera del país dejado atrás, que creo que linda con Vinaroz, suculentos langostinos, pardiez, y proseguir descendiendo hasta cruzar Castellón y meterse de lleno en Valencia. No tendrá, difícil el localizar su destino festivo porque hasta él le dirigirán sin posibilidad de error el estruendo de los petardos que revientan en las cuatro esquinas de cualquier calle; el estallido fenomenal de la mascletá del mediodía que hace temblar puertas y ventanas; la música que en forma de cientos de bandas inunda hasta el último rincón de cada plaza; el olor de los buñuelos que se mezcla con la pólvora y el aroma de las flores y que consiguen tejer un aura embriagadora en el ambiente. Un ambiente que es antesala de los almendros en flor, de la poesía, de la sonrisa, de la vida que revienta en más vida.
Lo dicho: tomen sus precauciones, no se dejen marear y enfilar por derecho la ruta de la Valencia en fallas. Se les abrirá de alegría y ruido el corazón. Y la vista se les nublará con la pólvora, pero seguro que reír y divertirse les saldrá gratis.
Sobre la catalanidad, presunta, falsa y patética de las fallas, escribí hace muchos, muchos años en el diario Levante. A éstas alturas de mi vida me resbalan los sueños estúpidos de unos imperialistas de opereta a los que les falta gracia y les sobra incultura. Por cierto: Colon, el que descubrió América, también era de de origen catalán. Como las fallas, faltaría más.