Es noche mágica, de tradición, de sueños compartidos, de ritos paganos, de lluvia de estrellas que se miran en el inmenso espejo del mar y proclaman la llegada del verano, la apertura de los cuerpos al sol, la desinhibición playera y la loca alegría de vivir que va pidiendo paso e invitando a los gozos que merecen ser disfrutados.
Es la noche del fuego purificador que inunda de rojo el aire, que hace más cálida y acogedora la arena en la que, sin percatarnos de ello, levantamos a golpe de imaginación castillos de fantasía, metas que conquistar, amores que recuperar o deseos largamente anhelados que tratamos de materializar invocando a las hadas que todo lo pueden y consiguen.
Es la noche que nos devuelve a la ilusión primeriza, aquélla que nunca pudimos alcanzar, que se nos fue escapando con el paso de los años y que intentamos rescatar en la anochecida en la que los deseos más íntimos, más perseguidos suelen cumplirse si somos capaces de reencontrarnos con el señor de los grandes designios que alumbra el universo y hace de la fantasía una espléndida realidad.
Noche de San Juan, puerta abierta a los efluvios veraniegos, a la calidez de cuerpos y corazones, al embrujo que se desprende del crepitar del fuego hecho llamas anaranjadas que van ascendiendo mientras iluminan ojos y mentes y nos impulsan a formular peticiones imposibles que toman cuerpo y forma en una noche en la que casi todo es hacedero. Porque la magia es así. Y gracias por la felicitación.