Lo de la presencia de mujeres en puestos ejecutivos de empresas del juego es una asignatura pendiente. Años después de legalizarse la actividad la representación del juego femenino no aparecía con relevancia en casi ninguna empresa. Andando el tiempo la cuestión ha ido modificándose y en la actualidad vemos a algunas mujeres desempeñando los mayores responsabilidades en el seno de empresas muy acreditadas. Pero el movimiento en éste sentido no deja de ser lento, de pasos muy medidos y poco acorde, por ejemplo, con el papel que la mujer viene ejerciendo en el ámbito de la regulación del juego.
En la actualidad son mayoría las mujeres al mando del juego en los territorios autonómicos. En ésa partida a dos bandas se han impuesto ultimamente de manera clara. En parte y todo sea dicho por la moda imperante en el terreno político de encumbrar a las féminas, posean o sean cuestionables sus méritos, éso parece importar más bien poco, al estrellato de los cargos públicos.
Soy de los que piensan que cuando una persona vale y acredita sus conocimientos y formación intelectual no hay que hacer distingo alguno entre sexos. Y por descontado que no participo para nada en la idea de que hay que promocionar a la mujer por el hecho de serlo. Ni tampoco relegarla por su condición. Tocando éste punto, siempre controvertido, me inclino por aupar al que vale sin detenerme en el sexo, ni utilizarlo para cumplir con determinados postulados.
Cuando me refiero a la mujer en el juego siempre me surge un nombre: Manuela Jiménez. Ejemplo de una presencia femenina con ciertas cotas de poder que se ejercen con dosis de sabiduría, sentidos en posición de alerta permanente, autoridad bien entendida y un férreo sentido de la discreción. Es un modelo a seguir aplicable para aquéllas mujeres que luchan por auparse hasta los sillones directivos que marcan el rumbo de las empresas. Todo un modelo válido el de mi querida Manuela.