De vez en cuando se alzan voces en los distintos subsectores del juego en demanda de unidad. Esto es algo que vengo escuchando desde los primeros años de la legalización. Y estamos poco más o menos como al principio: haciendo del concepto unidad una misión imposible.
Una simple mirada al panorama asociativa confirma la imposibilidad manifiesta de que el espíritu unitario puede cristalizar algún día con la fuerza y la cohesión necesarias. La fragmentación empresarial en el campo asociativo es múltiple, se viene arrastrando de manera tozuda desde hace años y nada indica que vaya a cambiar una situación que sirve de parapeto profesional para algunos y confiere un cierto brillo empresarial a otros. Tras no pocas agrupaciones se esconden egos que encuentran el deseado protagonismo y acomodos laborales bien remunerados que persisten sin variaciones a lo largo del tiempo.
En los primeros años de la legalización del juego y ante la dureza mostrada por la Administración, entonces del Estado, hubo un intento de aglutinar en una plataforma única todos los intereses del juego privado. Aquello se abortó a las primeras de cambio siendo sus artificieros nombres concretos de empresarios que habían iniciado la aventura. Por eso valga lo del espíritu unitario como un brindis al sol que suena estupendamente. Pero se queda en eso: en voluntarismo y palabras. La realidad es clara: misión imposible. Y no le demos más vueltas ni nos esforcemos con más invocaciones.