Compromís, una de las ramas del comunismo dentro del espectro político valenciano, está llevando a cabo una campaña feroz contra el juego privado. Y la sustenta en base a los postulados propios de ésta ideología. Es decir haciendo uso del sectarismo propio de la formación y del acompañamiento de la mentira como argumento fácilmente desmontable. Estos tipos, y tipas, cuya ojeriza hacia el juego tiene tintes patológicos no cesan en su ofensiva contra los salones en particular y el sector en general. Y lo hacen utilizando la patraña sin recato alguno y recurriendo a la desinformación para demonizar con saña al sector, a sus empresas y sus trabajadores, que en éste último caso pese a presumir de sociales no vacilan en perjudicar privándoles del empleo.
Compromís perdió su cuota de poder en el gobierno autonómico valenciano. En el que dio tantas pruebas de ineficacia como de acusado sectarismo. Que en el caso concreto del juego se plasmó en medidas absolutamente atentatorias contra la seguridad jurídica del sector y las normas que rigen en una economía de libre mercado. Con el tripartito del Botanic el sector en la Comunidad Valenciana experimentó un retroceso alarmante en materia legislativa que acabó con empresas y fulminó puestos de trabajo.
Ahora, desde una oposición irrelevante, descabalgados del ejecutivo por ineptitud manifiesta, los de Compromís persisten en sus fobias contra el sector, en sus embustes de burda elaboración, en el resentimiento propio de una ideología fracasada que sólo ha servido para generar el igualitarismo de la pobreza y el adoctrinamiento borreguil. Y como vocero de ésta propaganda eligen a un tipo como Baldoví, prototipo ideal del quehacer grosero en la política y personaje desaforado y zafio a la vez. Un elemento que ni merece atención ni mucho menos consideración.