Los independentistas y comunes catalanes no saben que inventar para dejar testimonio de que son diferentes al resto de paisanos españoles. Que lo son aunque algunos no quieran. Y están muy preocupados, lo mismo que el gobierno del estado, por la memoria histórica. Pero ellos, faltaría más, van mucho más allá, son muchísimo más audaces al desempolvar un pasado cargado de villanías que hay que revisar y poner al día. Por ésa razón han llevado al Parlament la urgente dignificación y reivindicación de las brujas, de las mujeres que en el siglo XVII, sí han leído bien, fueron ajusticiadas y ejecutadas por realizar prácticas hechiceras. Lo que se pretende, con un cierto retraso desde luego, es rendir tributo a su recuerdo, hacerles un homenaje feminista por todo lo alto e incluirlas en los curriculums escolares para que los niños aprendan y tomen lecciones del maltrato de género y de la persecución de las pobrecitas brujas a cargo de los malvados de turno, hombres por supuesto.
Una noticia de ésta naturaleza demuestra que el Parlament de Cataluña tiene solventados todos los graves problemas que afectan al territorio y por eso goza de tiempo para dedicarlo a las brujas. Que ha solucionado la vuelta de las empresas que pusieron pies en polvorosa para huir del dogal soberanista y la inseguridad jurídica. Que recuperó por fin la afluencia turística mermada ostensiblemente por el rechazo de las propias instituciones. Que ha devuelto la seguridad al territorio después de ser escenario propicio de alta violencia callejera. Que la propiedad privada se respeta como en ninguna parte habiéndose acabado con la invasión okupa. Que en las escuelas también se habla castellano con naturalidad sin que sea objeto de discriminación persistente. Quedan más asuntos de envergadura igualmente resueltos por el Parlament lo que evidencia que sus señorías disponen de tiempo para todo.
La historia de las brujas catalanas y su memoria es una prueba fehaciente más del grado de estupidez política que estamos alcanzando. Y que sufragamos a peso de oro entre todos los españolitos. Tremendo, mírese como se quiera.