El juego, sometido a una reclusión durísima con motivo de la pandemia, y sujeto ahora mismo a múltiples restricciones que impiden su normal funcionamiento tropieza, además, con medidas administrativas caprichosas que no responden en modo alguno a razones de peso o criterios de carácter sanitario.
Resulta que se dan casos de comunidades en las que cuando el bar está abierto no se puede jugar a la máquina. Esta prohibición ha sido recurrida en varios territorios y la justicia ha dictado sentencia en favor de los hosteleros. ¿ Es el hecho de jugar en la máquina un foco de contagio o un transmisor peligroso ? ¿ Esto es así o la medida responde a una de tantas decisiones arbitrarias que eligen al juego como víctima propiciatoria ?
En ésa cadena de despropósitos respecto al juego tenemos el caso reciente de Cataluña donde hostelería, bingos, salones y casinos vuelven a un estado de relativa normalidad pero con fuertes matices para el sector. Bares y restaurantes han recibido luz verde para reanudar la actividad con horarios recortados y éstos últimos se aplican igualmente a los locales de juego a los que no se permite ofertar los servicios de bar y hostelería. ¿ A que se debe ésta nueva discriminación ? ¿ Que análisis, estudios o datos la respaldan ?
Esto de dispensar al juego un trato desconsiderado se ha convertido en una norma habitual de las administraciones, agudizada además por la influencia de una clase política de corte populista que no hace otra tarea que la de demonizar la actividad. Habría que pedirle a las administraciones menos ideología y mayores dosis de ecuanimidad y rigor a la hora de actuar con un sector tan respetable como el primero. Basta ya de prejuicios y de utilización de recursos casposos. Lo del juego y las actuaciones políticas entra ya en el terreno de lo intolerable.