Se prendió fuego a la mecha de la alarma social y las explosiones continúan con efecto multiplicador. Ahora el PP ha presentado una proposición en el parlamento para que las máquinas de los bares sean activadas por personal autorizado del establecimiento. La misma medida implantada con las expendedoras de tabaco. Y quieren que las máquinas se instalen en lugares fácilmente observables. Todo ello para proteger a los menores de edad en su condición de colectivo vulnerable.
Las estadísticas reiteran que los jóvenes y ni por asomo los menores son usuarios de las máquinas de hostelería. Y respecto a los segundos puede existir algún caso de utilización de la máquina que, por la cuenta que le tiene, será abortado por el responsable del local. La iniciativa, que olvida que el juego depende de las autonomías, se inserta en una promoción a gran escala destinada a demonizar al juego. En una cruzada contra la actividad que debe ser combatida con la responsabilidad social, los sellos de calidad y otras apelaciones. Y los políticos, faltaría más, se han subido prestos a la caravana.
Lo del PP es oportunismo facilón carente de enjundia pero que puede prosperar por contagio. Es recurso manido para recordar que existe, pero en la oposición. Y es producto de los errores tremendos del sector que jalea hasta el paroxismo la vitola del juego responsable. Y así le irá.