El sector, como todos los sectores donde se mueve dinerito fresco, ha tenido y tiene sus vivales. Sus vendedores de humo, sus espabilados que son capaces de vender la Cibeles si les dejan, y que logran hacerse un hueco a base de palabrería, recursos dialecticos y una fantasía que rebasa todas las fronteras imaginables. Son de ésos tipos, también hay tipas no vayan a creer que no, que suelen encandilar con sus propuestas audaces, la revelación de sus contactos con altos personajes, sus hazañas relatadas pero nunca comprobadas en otros ámbitos de la actividad socioeconómica.
El perfil del vivales oficial, que está acreditado como tal, responde a unos rasgos de carácter mitad altaneros mitad campechanos. Saben dosificar con maestría sus gestos y pautas de comportamiento y se distinguen por su verbo fácil, aderezado de profundos conocimientos sobre todo lo divino y lo humano, Y por su audacia cuando llega el momento de formular propuestas o exponer proyectos que los tienen a ellos como principales beneficiados. Hacen gala de una habilidad increíble para vender gato por liebre con tantísimo descaro como satisfacción por parte de aquéllos que no dejan de ser más que sus víctimas propicias.
Uno, que está muy rodado en el sector, ha conocido vivales de medio pelo y otros con ínfulas y pretensiones. Pero todos cortados por el mismo patrón: el de las personalidades fantasmagóricas que se ponen el traje apropiado para cada momento y situación con el objetivo de metérsela hasta el mango al avispado de turno que no termina de caer en la cuenta que hay otro que lo es más que él.
Los sigo viendo pasearse ufanos y triunfadores por los pasillos del sector. Son los vivales. Como la época dorada pasó van quedando pocos. Pero continúa vendiendo su mercancía averiada que cuenta con compradores. Comen los sentidos con tantísima habilidad que hasta los más listos caen como incautos. Si no fuera así, ¿ de que vivirían los vivales ? Pues eso.