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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Los reguladores no pueden olvidar sus obligaciones

18 de abril de 2016

Entendemos que los nuevos reguladores del juego, los llegados al cargo tras las últimas elecciones autonómicas, deben consumir muchas horas de despacho para empaparse de una realidad que desconocen. El juego y sus respectivos subsectores entrañan complicaciones para quienes toman sus primeros contactos y se ven en la necesidad de profundizar en sus características y peculiaridades. Hasta aquí de acuerdo. Y es lógico por ello que en una primera fase de sus mandatos los responsables del juego procuren ganar tiempo y traten de no  desperdiciarlo para ponerse al día en sus tareas.

Esta subordinación al empapamiento de todo aquello que rodea a la función pública asumida no puede implicar vivir de espaldas al propio sector. Un sector con existencia cotidiana que se personaliza en la actividad de las organizaciones empresariales, cuyo diálogo es preciso fomentar y avivar; y en la convocatoria de congresos, exposiciones o jornadas que son las que marcan la actualidad sectorial y en la que se impone en la mayoría de los casos la presencia de los reguladores. Por ser una servidumbre inherente al cargo y en beneficio de la mayor eficacia de su gestión, que siempre resultará más positiva cuanto más caudal de información disponga sobre el círculo empresarial en que desarrolla su misión.

Para algunos de los reguladores que han estrenado el puesto la aproximación al sector que depende de su tutela no parece ser tarea prioritaria. Y bajo la óptica del aislamiento en el despacho y la relación con su equipo espacian las reuniones con los agentes sociales, sean empresarios o sindicatos, y eluden las invitaciones que se les formulan para acudir a un congreso, por importante que sea, o estar presentes en una exposición de productos, inauguración de un negocio de entidad o jornada técnica.

Me cuentan que algunos de los que rechazan estas invitaciones lo justifican diciendo “que están en la dirección de este o aquél departamento para trabajar y no para ir de fiesta”. Salgan de su error, caballeretes, lo que para ciertos señores puede interpretarse como fiesta resulta que  constituye el día a día del sector, su pulso vital, su señal de estar vivo y tratar de salir adelante frente a tanto atropello y tanta crisis. Y los reguladores, que están en sus puestos cobrando los sueldos que salen del bolsillo de los contribuyentes, tienen la obligación, ojo, obligación, de estar al lado de sus administrados, conociendo en vivo y en directo a sus protagonistas, escuchándolos, y tomando buena nota de sus problemas y aspiraciones. Si no lo hacen así es mejor que se vayan a sus casas. Porque su labor ni habrá tenido en cuenta la realidad ni podrá nunca ser buena.