Los reencuentros con personas a los que a lo largo de los años has tratado con frecuencia y dilación en el tiempo son reconfortantes. Y conllevan algo de íntima emoción, de evocar anécdotas o vivencias que han dejado rescoldo en la plaza mayor de la memoria. Me ha sucedido personalmente con motivo de la jornada de CEJ en Valencia. En la que tuve la oportunidad de estar otra vez cara a cara con amigos y conocidos con los que no mantenía una relación directa desde bastantes años atrás. Lo cierto es que éstos acercamientos contribuyen al restablecimiento de unos afectos o simple sintonía personal que el transcurrir del tiempo se encarga de entibiar y de restarle temperatura emocional. El efecto de la cercanía que duda cabe que fomenta el resurgir de sentimientos que estaban adormecidos y que despiertan súbitamente tras el abrazo cordial y sincero o el cálido apretón de manos.
Estos encuentros de carácter empresarial o profesional, como el que aludo de CEJ que tuvo lugar en Valencia, son una forma de reagrupamiento, de compartir saludos e ideas, de participar de unos instantes de debate y expansión que sirven, fundamentalmente, para humanizar el entorno laboral en el que nos movemos, para hacerlo más habitable, más tranquilo, mejor valorado.
Entre los asistentes a la cita de Valencia había nombres a los que la distancia, las largas etapas sin estar cerca no habían logrado borrar las huellas de unos avatares compartidos, de unas vivencias con puntos en común que, por diversos motivos, calan en el ánimo y suelen dejar un mensaje que pervive en la mente y se adentra en el corazón contra viento y marea. Más allá del tiempo y de los olvidos en los que con tanta facilidad solemos caer los humanos. Que vivan los reencuentros como los de CEJ que cito si sirven para quitarnos telarañas de la mente y abrirnos de nuevo las puertas del corazón hacia los afectos sentidos y sinceros. Que bienvenidos sean.