No paran los mandamases de la Lotería Nacional de invitarnos a soñar. Cae la noche y desde la caja tonta nos incitan a compartir la almohada con una lluvia de millones. Cifras mareantes de muchos ceros que dan para casi todo: se venden lujo y fantasía en dosis espectaculares. Y el sueño puede cumplirse mediante la modesta inversión de unos euritos de nada. Euritos para gastar en la primitiva, la bonoloto, el euromillón y un montón de propuestas más. Ya saben, a gastar pero con Loterías.
Por si la oferta a los del ministerio de Hacienda se les quedaba corta ahora tratan de sacar del pozo en el que está metida a la quiniela. La antaño mítica quiniela que tantísimo juego económico dio en otra época y que se ha visto canibalizada por otros productos salidos de su propia casa madre. Para intentar insuflar vigor a la pachucha quiniela la receta es sabida: publicidad a todo trapo.
La desfachatez, la doble moral y el cinismo estatal con los asuntos del juego es de toma pan y moja. De un descaro que subleva. Se han encargado de cincelar dos caras del juego. La una, la propia, la de Loterías, la del buenismo y el sueño multimillonario que cambiará la vida de muchos españolitos. Y la otra, la del infierno de las adicciones que conviene atar corta por resultar peligrosa y perjudicial. Pues lo dicho: a soñar a través de los mensajes engañabobos de los que nos fríen a impuestos y nos sacan los cuartos. Hasta de los premios de sus productos. Que ya es cara dura.