En el negocio del juego nos tratan de vender con frecuencia el cuento de la lechera. Proyectos fantásticos, millones a granel y riqueza a raudales son mercancía que cuela de matute en los medios informativos generalistas y cala en la opinión pública. Estamos cansados de oir historietas disparatadas, que no resistían un análisis de lo más elemental, y que han servido para alimentar sueños imposibles, provocar falsas expectativas y hacer germinar esperanzas con el riego falso de las mentiras.
Si miramos hacia atrás nos encontramos con aquél proyecto fabuloso destinado a convertir el desierto de Los Monegros en un oasis de lujo y oro que daría a Aragón brillo dorado y dimensión universal. ¿ Y que decir de la ruta de Don Quijote que sembraba las tierras de Castilla La Mancha de, además de molinos de viento, mesas de póker, ruletas y euros y dólares bailando sin cesar al aire de las aspas molineras ? Por no hablar de Las Vegas 2 a las puertas como quién dice del Oso y el Madroño, con superlujos para dar y ofrecer en forma de hotelones, casinos y putas ( esto último según la izquierda que, al parecer, sabe mucho del asunto )
Lo más reciente está en el megacuento Barcelona World, con entrada y salida del magnate Enrique Bañuelos, al que conviene tomarle la matrícula por si acaso, y sobre cuyas fantasías se llevan escritos ríos de tinta que, por el momento se quedan en palabras, palabras y más palabritas.
Lo último es lo de la Marina Real en Valencia. Quieren hacerse hoteles de seis estrellas, ¿ y porqué no de siete u ocho ? Y casinos a los que está previsto que asistan, trasportados por sus yates de ensueño y griferías de oro, los que encabezan los ríos de la plata en el Forbes. Un cuento más, producto de ésas imaginaciones desbordantes que tratan de impactarnos, e ilusionarnos, con sus relatos inflados por la magia de lo irreal que siempre encuentra su público.
En el juego ha habido quién ha vivido del cuento y de vender humo. Y no es de extrañar por tanto que, de tarde en tarde, las mil y una noches se queden cortas ante las invenciones calenturientas que nos quieren endilgar.