Cuando escribo éstas líneas se está procediendo a la apertura de ICE la feria de Londres. Me anticipo por tanto a cualquier evaluación sobre sus resultados en forma de porcentajes de asistencia. Los cambios de fecha obligados por la pandemia hicieron desistir a bastantes empresas de acudir éste año a la cita londinense. De España fueron varias, y de las grandes, las que consideraron, por las fechas elegidas y por los inconvenientes que entonces se derivaban de la entrada en el Reino Unido, que había que renunciar a exponer por no darse las circunstancias adecuadas para ello.
Los propios responsables de ICE admitieron el descenso tenido en el número de expositores. No obstante, dadas las dimensiones de la feria y la notoriedad mundial alcanzada, la cifra de fabricantes y comerciales seguía alcanzando niveles muy altos, señal inequívoca de un asentamiento muy sólido que se mantiene en lo alto a pesar de los reveses derivados de la pandemia.
Ante la situación peculiar que ha vivido ICE se han escuchado augurios respecto a que el bajón presumible de su última edición pueda resultar determinante para el futuro de la feria. Apuntándose a la posibilidad de cambio que incluye la salida del Reino Unido para recalar en otra nación. Esto no dejan de ser especulaciones, legítimas por supuesto, que pueden quedar subordinadas al balance final que registre en términos globales la edición de 2022.
Si me preguntan sólo diré que a la vista de la historia de ICE, de su dimensión y consolidación, del número de países que se muestran encantados con acudir a la convocatoria de Londres y de la magia que desprende la propia ciudad creo que hoy, y mañana, la capital del Támesis y sus puentes continuará siendo una amplia ventana abierta al mundo del juego. La ventana más amplia, singular y completa.