Periodísticamente llevo en las tareas del juego más de cuarenta años. Empecé con el Casino MONTE PICAYO por mi relación con Jesús Gómez Escardó, un caballero y talla de gran señor, y seguí con EJUVA por mediación de Miguel Giménez, un histórico del bingo valenciano. Saqué una revista con la cabecera de EJUVA, merced a la luz verde que me dió su presidente y amigo, José Manuel de Luz, y aquí estoy en la atalaya de SECTOR DEL JUEGO desde que vimos la luz de la imprenta con tantísima ilusión como osadía. Y la verdad es que la aventura no sólo es que no salió mal, antes al contrario, sino que valió y mucho la pena.
Más de una vez amigos de los buenos y de los que me siguen en mi ejercicio de escribidor me han invitado a plasmar mis vivencias en el sector volcándolas en un libro. Mejor tendría que ser una novela, digo yo, por el hecho de que no faltarían en sus páginas las imágenes de los ídolos de barro que ascendieron a la cima y cayeron con estrépito. Ni las traiciones, los derrumbes empresariales, ni los complots para derribar al competidor o al menos comerle el terreno. Escenarios todos que no son en absoluto privativos de la industria del juego y se proyectan sobre cualquier escenario socioeconómico.
Agradezco su intención a los que me han animado a empuñar la pluma para desempolvar páginas que abarcan una parte de lo que ha sido y es el juego en España. Les anticipo que habrían anécdotas muy jugosas y algún que otro desmán empresarial o profesional. La historia es un cocktail donde se agitan diversos ingredientes y el resultado es en ocasiones verdaderamente mareante.
Como testigo de avatares muy importantes para la industria siempre me decanté por obviar hechos o circunstancias que contribuyeron a dañar la imagen sectorial en su conjunto. He huido, por prescripción profesional, del periodismo estrepitoso y el sensacionalismo vacío de contenido. Y no he contado muchas historietas, algunas vividas en primera persona, por un sentido de la prudencia que todavía mantengo alerta. Para refocilarnos en la mierda ya está la política. Lo otro mejor olvidarlo.