ERC no sólo contempla el juego con ciertas reservas: es que se muestra como un claro oponente de la actividad. Esto lo confiesan en voz baja empresarios del sector con peso específico e importantes negocios en el territorio. Y la conclusión que se obtiene de sus palabras o sus verdades dichas en voz baja es que ERC está políticamente en lo que está, que no resulta para nada conveniente levantar la voz o la cabeza, por aquéllo de si la cortan, y que lo más recomendable es dejar las cosas sin moverse porque todo es susceptible de empeorar.
Que en Cataluña, donde históricamente ha estado funcionando el motor industrial de España, el que marcaba las pautas de innovación, avance y futuro exista ahora mismo en la mayor parte del empresariado ése clima de resignación y conformismo es desolador. Y lo es por el grado de subordinación que significa plegarse a unas políticas marcadas por un fin y unos objetivos concretos entre los que la economía, fuente de prosperidad y bienestar, ocupa un lugar secundario.
Que el juego en Cataluña lleva años en estado de semiparálisis en cuanto a la aplicación de normativas o medidas que incidan sobre la dinamización del sector es algo obvio. Que el empresariado, en la mayoría de los casos, opta por aceptar la situación y no se muestra en absoluto partidario de escandalizar el gallinero también es verdad. Vive algo así como un conformismo obligado, impuesto por las circunstancias y las actitudes de quienes gobiernan. El caso del bingo, por citar un ejemplo sangrante, es de escándalo. Cataluña se quedará sóla como única autonomía que aplica el 50% sobre win. Y al empresariado no le queda otra alternativa que aguantar . Y entretanto ERC plantea aumentar la fiscalidad del juego. Silencio y a seguir trabajando, mientras se pueda.