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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Las humoradas del señor Puigdemont

25 de febrero de 2016

Don Arturo Mas, el antiguo líder soberanista, tuvo una última etapa de su mandato pródiga en desplantes, gestos chulescos y actitudes desdeñosas e hirientes hacia todo lo español. Don Arturo esbozaba una sonrisa de complicidad cuando un tipo se negaba a darle la mano al entonces Príncipe de Asturias; o se reía sin disimulo al escuchar la ensordecedora pitada al himno nacional; o desafiaba a los jueces proclamándose artífice exclusivo de un referéndum de opereta. Y así podríamos seguir contabilizando múltiples gestas del ínclito y soberbioso don Arturo, no el de la tabla redonda y sus caballeros y sí el de los Países Catalanes y sus sardanas.

El testigo de don Arturo lo ha cogido, mediante el democrático ejercicio del dedazo, don Carlos Puigdemont, que tiene menos prosopopeya que su antecesor pero, por aquello de su condición de periodista, aporta en sus manifestaciones sentido de la ironía y una cierta propensión a la comicidad que incluso casa con su original peinado, toda una pequeña obra de arte desde la óptica de la imagen.

Don Carlos no deja de sorprendernos con sus detalles de humor propios de La Codorniz. Y metido de lleno en el ámbito humorístico recibe al ministro de Industria del Reino de España con una “cordial bienvenida a los representantes de ejecutivos extranjeros.”Y lo hace, para redondear la faena, delante de ésa especie de míster Proper que es su ministro de Asuntos Exteriores.

Y en su carrera de dislates, preñados de comicidad como no podía ser de otra manera, don Carlos recurre al símil futbolero para decir “así empezó todo” y carcajearse sin recato de las sentencias del Tribunal Constitucional, que se las pasa por salvada sea la parte. Y de paso le mete una pulla balompédica al Real Madrid para regocijo de los culés. Y bien por analfabetismo o cachondeo sus servicios de prensa le encabezan el discurso que debe pronunciar delante del Rey con un Alteza Real, que suena a mofa y que don Carlos obvia, en un alarde de delicadeza, utilizando el protocolario Majestad.

Podríamos seguir con las ocurrencias y humoradas del señor Casademont, que de verdad posee salero, pero basta por hoy. Que don Carlos continúe tutelado y respaldado por sus amiguetes de la CUP. Pero que lleve cuidado: a éstos no les gustan ni las bromas ni la ironía. Lo suyo son los escraches y el zapatazo al aire contra el que se mueva. ¡ Pobre Cataluña y pobrecita España ! ¡En que manos estamos.!.