Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Las cartas

27 de junio de 2025

Ya no se escriben cartas. Ni siquiera comerciales y mucho menos de amor. El ejercicio epistolar pasó a mejor vida. No es extraño que Correos esté en bancarrota con una deuda de no te menees. Se ha impuesto la comunicación vía móvil o internet y nadie coge un bolígrafo o pluma para plasmar en el papel lo que quiere contar a familiares o amigos. También las empresas y hasta los bancos han desestimado ésta vía para mantener el contacto con proveedores o clientes. La carta, escrita o a máquina, paloma mensajera que transmitía noticias, sentimientos, estados de ánimo, facturas o citaciones de Hacienda que nos provocaban temblor de piernas ha sucumbido ante las modernas tecnologías que nos han cambiado la vida y trastocado nuestras pautas de comportamiento.

Confieso que en mi juventud y primera madurez cultivé mucho la epístola como vehículo de acercamiento hacia personas que estaban lejos de mi entorno y con las que sentía la necesidad de comunicarme. Siendo un chaval, y como casi todos propenso al enamoramiento fugaz, solía enviar cartas encendidas de lirismo a las muchachas que me atraían o había causado impacto por razones diversas. En algunas ocasiones éstas misivas tenían su efecto en las destinatarias y en otras el silencio era toda una bofetada en el corazón.

Amante de la literatura como soy he podido disfrutar, y aprender lo mío, de la correspondencia cruzada entre genios como Marañón y Ortega y Gasset, que eran compendios de altura intelectual y de pensamiento riguroso e instructivo a un tiempo. O las que escribieron a distintos destinatarios gentes como Azorín, González-Ruano, Pio Baroja y tantos otros que hicieron del escrito de la carta un modelo aleccionador de estilo y belleza literaria.

Ahora apenas se escribe. Ni cartas ni algo que se le parezca de lejos. En la actualidad se recurre al whatsapp o la pantalla del ordenador ahorrando palabras, abreviando frases, esquematizando el mensaje hasta extremos de hacer del diálogo un tratado sincopado y en ocasiones difícilmente leíble. No busquen frases largas, reflexiones meditadas, sentimientos expresados. Todo se sintetiza y se vacía de humanidad.

Las cartas, a veces pequeños testamentos que daban cuenta de estados de ánimo, de sensibilidades heridas, que aireaban íntimamente cantos de amor y amistad. Las cartas, borradas para siempre de las memorias y los corazones. Páginas en blanco que ya nunca conocerán el trazo caligráfico de la temblorosa esperanza.