La tragedia ha sido de proporciones bíblicas, de les que dejan huella perdurable en el sentir de las gentes. Una sensación de impotencia, de desvalimiento y de rabia invade hoy a varios pueblos de mi tierra. Pueblos con gentes a las que la naturaleza desatada privó de golpe de seres queridos, de casas, de enseres, de ilusiones, de energías para continuar dada la magnitud de la catástrofe que los rodea. No hay palabras, ni razonamientos para describir lo que ven los ojos y siente el corazón. Nos ponen delante de escenas que encogen el alma y golpean la mente. No es concebible tanto infortunio, tanta desolación, tantas lágrimas y tanta amargura.
Frente a un escenario de dimensiones apocalípticas debemos de soportar la villanía de los políticos, que ni en circunstancias tan excepcionalmente dramáticas abdican de su doble juego, de su ataque sibilino al oponente, de anteponer su interés partidista al general de la ciudadanía que es el que importa en momentos tan terribles.
Presidente del gobierno de España y de la Comunidad Valenciana han dejado constancia, en páginas tremendas para las tierras y gentes de aquí, de su escasa altura como políticos, de su mediocridad más que manifiesta, de su nula capacidad para asumir unos liderazgos que eran imprescindibles para hacer frente con eficacia a los resultados dejados por la hecatombe que hemos padecido.
Asco de políticos que en situaciones de emergencia extrema han tratado de endilgar los errores de previsión y actuación al oponente, han recurrido al juego sucio para enlodar al contrario y no han tenido los arrestos suficientes para plantar cara con medidas contundentes a la riada padecida.
Sánchez dejó solos a los reyes haciendo gala de un comportamiento miserable. Y sus palmeros mediáticos señalaron a los monarcas como receptores exclusivos de su calificación de asesinos. Cuanta mierda política en momentos durísimos. Asco dan tipos semejantes.