Los hoteleros están cabreados, la industria turística lo está, EJUVA participa de la irritación general y la economía rechaza de manera unánime y frontal la tasa turística de la Comunidad Valenciana. Un invento, uno más, de la izquierda radical que forma parte del gobierno del Botánic y que Ximo Puig se lo traga sin vaselina por estar en manos de los populistas y sentir muchísimo apego al sillón presidencial.
La industria hotelera asiste espantada a la perpetración de una barrabasada política que, si en ningún tiempo tiene sentido, mucho menos lo tiene en éste de ahora. No se ha salido de los efectos de la pandemia, las empresas caminan con muletas, las factura pendientes de pago hay que ir abonándolas como buenamente se pueda, que a veces no se puede, y llegan éstos tíos y, sin encomendarse a Dios ni al diablo, te arrean la castaña de la tasa cuando el sector está saliendo de la uci y se ha dejado un montón de cadáveres en el camino.
Lo de la tasa es una prueba más, y van unas cuantas, de inoportunidad política, de voracidad recaudatoria, de autoritarismo económico y del otro, de un sesgo ideológico más partidario de la comuna que de la industria que hace florecer el empleo y siembra riqueza. Lo de la tasa es propio de un gobierno intervencionista en el que unos radicales, cortos en número y en entendederas, imponen sus tesis que son compendio de arbitrariedad y falta de cuajo político. No lo pueden tener quienes ni de lejos saben lo que es la cultura del esfuerzo y el trabajo. Los que aciertan solo en joder al ciudadano.
