Las Administraciones Públicas no tienen porque ser aparatos rígidos, fríos e insensibles a las voces de la calle. Antes al contrario: deben de ser cuerpos despiertos y atentos a lo que se dice y se respira en la vía pública, pues unas y otros forman parte de un mismo universo que funcionará más y mejor cuando las relaciones entre ambos estén presididas por una regla de oro: la de saber atender y escuchar.
Por fin y tras años de silencio y de llamar a puertas que ni se abrían ni siquiera preguntaban para que se llamaba, la Junta de Andalucía ha demostrado sensatez al replantear a la baja la tributación del bingo de cara al ejercicio de 2017. Han tenido que acontecer a lo largo del tiempo los lances más desagradables, como son los relativos a cierres de empresas y las consiguientes pérdidas de empleo; la tristeza de comprobar como la vida de muchas salas se iba apagando poco a poco; la caída al fondo del pozo económico de un sector incapaz de reconocerse a sí mismo por una sangría imparable de pérdida de público.
Se ha tardado demasiado en reparar los daños ocasionados. Y por ello el bingo de Andalucía está sembrado de cadáveres. En forma de ceses de negocio y subida del paro. Finalmente los ojos de la Junta se han abierto, un pelín tardíamente hay que decirlo, pero más allá de lamentarlo hay que situarse en el presente. Y éste indica que el bingo respirará mejor en 2017, tendrá más premios y más alegría, y podrá levantar cabeza. La que quizás le faltó a la Administración tiempo atrás cuando los resultados del bingo estaban reclamando, con urgencia, medidas eficaces contra un derrumbe progresivo. Que ha provocado demasiadas víctimas. Es cuestión de pasar página y dar la bienvenida a un 2017 con rebajas incluidas.