Se ha montado el belén. El bingo ha denunciado una situación de descontrol provocada por aquéllos salones que incumplen los horarios y las normas de admisión y los salones han reaccionado con dureza. Conviene como primera medida profiláctica no dramatizar ni caer en la histeria. Este es un encontronazo más de los muy diversos que han protagonizado los distintos subsectores desde la legalización del juego en nuestro país. Y cuando se producen choques de ésta naturaleza, que seguirán produciéndose mientras los negocios subsistan, conviene no dejarse llevar por los arrebatos, ni armar estrépito, ni envenenar las relaciones empresariales. En situaciones de supuesta conflictividad se impone el frío análisis y la mente despejada.
DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer
La pipa de la paz
20 de diciembre de 2016
El bingo no está en contra de los salones. Eso es lo que me han manifestado quienes llaman la atención sobre las irregularidades perpetradas por algunos establecimientos de juego en materia de horarios y controles de acceso. No hay por tanto, según se desprende de éstas declaraciones, intención alguna de iniciar guerrillas sectoriales o de avivar fuegos generalizados de los que, al final de la historia, todos salen chamuscados.
Más que cruzar comunicados o recurrir a la descalificación del que tenemos delante aquí lo que hay que hacer es sentarse y hablar. Trasmitir predisposición para el diálogo y voluntad de debatir las razones del oponente. Y seguro que al entrecruzar argumentos y defender posturas se podrá llegar a conclusiones y tratar de arrojar luz sobre las sombras de la controversia.
Los subsectores del juego están condenados si no a entenderse en determinados aspectos sí a tolerarse en el marco de unas relaciones empresariales presididas por la cordura, la templanza y el hecho de que todos navegan en el mismo barco, aunque ocupen camarotes diferentes. El conocimiento de ésta realidad inmutable debe pesar, y mucho, en el ánimo de aquéllos que los representan.
Para concluir: que la sangre no llegará al río de las desavenencias definitivas. Que bingos y salones tienen que fumar la pipa de la paz. De una guerra que no se ha producido y que nunca sería deseable. Para ninguno de los actores en liza.