Me acerco a unos grandes almacenes para comprarle un videojuego a mi nieto. Mi primera sorpresa es ver una cola de docenas de personas a la espera de poder pagar los productos adquiridos. La segunda es que solicito tres o cuatro títulos y me indican que están todos agotados. Eran, me dicen, de rabiosa novedad y desaparecieron nada más salir al mercado. Cada uno de estos títulos se vende a un precio que oscila entre los 90 a los 50 euros, lo que no está nada mal.
La videomanía enfocada hacia la industria del videojuego está creciendo a pasos agigantados a nivel mundial. Y se ha convertido en un negocio que duplica los resultados de explotación de la industria cinematográfica. O sea que las historietas y batallitas del videojuego le han hecho la cama a los productos destinados a la gran pantalla, que cada año que pasa acusan más un estado de lánguido decrecimiento.
El mercado del videojuego se amplía de forma espectacular y se ha convertido en la principal industria del entretenimiento en Estados Unidos, Japón y China. Entre los niños, los adolescentes y los jóvenes cada año se hacen un hueco mayor los adultos que se enganchan a los videojuegos. Son múltiples las alternativas y soportes que se brindan para aficionarse y éstas facilidades logran que la videomanía se agigante en el tiempo y el espacio.
Hay que admitir que de las colosales factorías que fabrican éstos productos salen muestras fascinantes de lo que son capaces de crear las nuevas tecnologías. Por eso atrapan con fuerza a sus usuarios y llenan los bolsillos de las marcas que lo comercializan.