Vuelvo otra vez con Pepe Vall. Y lo hago para expresar mi reconocimiento por la labor que está haciendo en defensa de los salones y de un juego bien entendido. Reconocimiento que me atrevo a decir que no le hace, en la medida que se merece, el sector al que pertenece. Pepe Vall es de los que da la cara, no se esconde, no navega entre dos aguas y enfila directo hacia el objetivo que persigue. Que no es otro que mostrar la cara real del problema, no la del relato falaz, tópico e ideologizado. El pelea por transmitir la imagen de unos locales y empresarios comprometidos al máximo con un discurrir normalizado de la actividad al tiempo que exponiendo medidas y razones para que no se produzcan incidencias y se preserve la seguridad.
Los empresarios del juego, ha venido a decir Vall, son los primeros interesados en alejar a la juventud del acceso a locales donde, por edad, no tienen entrada. Y a los que se les veta el paso mediante controles muy rigurosos implementados por el sector. O sea que los empresarios son conscientes de su función y de la necesidad de hacer pedagogía en éste campo. Pero no hay que olvidad, según reflexiona con visión del problema Vall, del papel reservado a los padres en éste tema. Un papel que insiste en la función ineludible de los progenitores para inculcar en los suyos el huir del consumo incontrolado de las nuevas tecnologías, en alejarlos de las servidumbres de los videojuegos, móviles o actividades poco a nada recomendables, en abrirles los ojos hacia las prácticas de vida saludables que contribuirán a su mejor formación educativa y humana.
“Un buen ejemplo, una buena explicación es la mejor prevención de posibles abusos futuros y así no tendremos que limitarlo todo, sino limitarnos a nosotros.” Palabras clarificadoras de un Pepe Vall luchador persistente en favor del juego bien entendido. Y no me olvido: felicidades por los 40 de ANESAR.
