El Grup Peralada ejerció el monopolio de los casinos en Cataluña durante muchos años. Que se rompió al otorgar una licencia a Juan Lao y otros socios en Lloret de Mar. Hasta entonces el reinado de Suqué era intocable e hizo correr ríos de tinta, y de dinerito , sobre su relación con la antigua Convergencia y el virrey del govern, Jordi Pujol.
Peralada asegura ahora en un comunicado que se retira del megaproyecto de la Generalitat para crear un complejo de turismo, ocio y juego entre Villa-Seca y Salou. Y dice que se va con pena, al tiempo que califica la idea de maravillosa y sensacional. Y no escatima flores por aquí y flores por allá para los que mandan, a cuyo servicio se pone incondicionalmente para futuras ocasiones. En ésta la culpa de su abandono la tiene no haber encontrado un socio inversor fuerte que soltará pasta, la mucha pasta que hay que sacar de los bolsillos para costear tamaño proyecto.
Las explicaciones de Peralada, al margen de las obligadas lisonjas al govern y del temor que dejan traslucir a una reacción airada de los que utilizan la batuta de mando, demuestra que la fantasía sale muy cara. Que los castillos en el aire, aún bajándolos al suelo y pasándoles una capa de pintura realista, son para los cuentos y que fabular es tan fácil como barato.
Don Arturo Más se enrabietó al enterarse de que el pájaro de Adelsson elegía Madrid y dejaba fuera de juego a Cataluña. En aquél otro cuento de la lechera que murió sin haber nacido. Y se sacó de la manga una superproducción turística y de juego que superara lo del capitoste de Las Vegas. Aunque con posterioridad se ha ido rebajando la entidad del megaproyecto todo el asunto sigue revestido de aires de grandeza, ficción y fuertes dosis de quiero y no puedo. El despertar del sueño llega a tropezarse con los números y la dureza de las inversiones. Entonces se abandona de prisa y corriendo el universo de la fantasía para tomar las de Villadiego. Que es, sencillamente, lo que ha hecho Peralada. La pela es la pela.
