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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

La conversación

28 de noviembre de 2024

La conversación, ¿ que conversación ?, me pregunto. Me estoy interrogando sobre algo que no existe, que se ha perdido, que es recuerdo lejano. Reunirse dos o más personas para hablar ampliamente sobre la vida en general, la política, el arte y la cultura o sobre temas de enjundia es una pretensión inexistente. Un ejercicio dialectico pasado de moda. La conversación ha quedado arrumbada por el móvil, por los mensajes del teléfono, por los chateos a través de las redes. Todo ello mediante la utilización de un lenguaje esquematizado, carente de fluidez, pobretón en conceptos y en argumentos, falto de aliento para conmover o hacer pensar.

En otros tiempos más sosegados, en los que la moderna tecnología todavía no nos había esclavizado, gocé del privilegio de ser testigo de algunas tertulias memorables, en las que la conversación de los intervinientes adquiría una gran altura intelectual. Periodistas, escritores, médicos, políticos, abogados y profesionales muy preparados rendían culto a la palabra manejando con habilidad dialéctica sus opiniones respecto a muy diversos asuntos que merecían reflexión y amplio diálogo. Aquéllos encuentros resultaban extremadamente ilustrativos y por supuesto eran muy enriquecedores para quienes aspirábamos a espigar un racimo de enseñanzas entre lo expresado por los que hacían del culto a la palabra todo un manual formativo.

No queda otra que pasar página y admitir la penuria verbal que es la nota predominante en nuestros días. La conversación entendida a la antigua usanza se ha desterrado por completo de los hábitos cotidianos, todo en detrimento de unas relaciones sociales que sólo se sirven del correo electrónico, de las frases a medio decir y escribir, de la simpleza expositiva, de la ausencia de cualquier terminología enriquecedora. El colmo de una vulgaridad nada edificante.

La conversación, fruto de la inteligencia y el sabio manejo de la palabra, es hoy una entelequia. No hay más que oír la presunta conversación de algunos de nuestros políticos que se limitan a repetir las consignas publicitarias facilitadas por los genios que asesoran a sus partidos. ¡ Si don Manuel Azaña levantara la cabeza ! Seguro que volvía al otro mundo muerto de vergüenza.