Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

La alegría del bar

9 de diciembre de 2024

El bar preferido de nuestro barrio, el de siempre, el que sabe de nuestros gustos y manías, el que nos conoce más a fondo que la familia, es la alegría de cada mañana. Es el rincón amable al que acudimos a diario para dejar a un lado el agobio cotidiano y darnos un respiro, una pausa, un regalo pequeño pero apreciado que consiste en saborear un café hecho a conciencia o encandilar al paladar con un pincho de tortilla que es gloria bendita. Que evoca la cocina de la abuela, ése aroma doméstico que nunca se olvida porque forma parte de la memoria individual.

El bar familiar, con tradición y apego al entorno urbano del que es un pedazo sustancial, es un buen invento. Una estampa apta para cultivar la convivencia social del barrio donde está enclavado. Un pretexto para hacer un alto en el camino de la jornada de trabajo y preocupaciones y detenerte para conversar con el camarero que tan retratado te tiene. Para saludar al tipo con el que compartes cerveza y charla futbolera. Para permitirte una confidencia, un desahogo con la propietaria del local que transmite confianza y está al tanto de nuestros avatares profesionales y hasta personales.

Me siento identificado con mi bar de toda la vida, que me brinda la oportunidad de disfrutar de un rato, pequeño pero reconfortante, para aspirar un aroma doméstico, con efluvios caseros que nos dejen vía libre para la evocación de un tiempo ido y de unos abrazos perdidos.

El bar es un rincón querido al que acudimos para cumplir con los placeres mínimos de cada día. Esos que ayudan a reforzarnos la moral, en ocasiones tan alicaída, y darnos ánimos para seguir en la brecha, aunque a veces resulte duro. El bar es la alegría minúscula que nos enciende el corazón y nos pone música a través de la máquina de juegos que pone la nota apasionante del local. Y a la que echamos la moneda sobrante tras la degustación del almuerzo. Que lindo mi bar.