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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Jugar con magos y magas

7 de enero de 2016

España ha entrado en una fase de revisión. Un puñado de indocumentados charlatanes, que hablan mucho y saben poco sobre todo de historia, han sido aupados a la cresta política por voluntad popular. Y desde ésa altura y sin pisar suelo real pretenden implantar la teoría del revisionismo. Aseguran que ha llegado la hora de revisarlo todo: el modelo de estado, la configuración territorial, el vestuario de los parlamentarios, los espectáculos circenses y hasta las cabalgatas de reyes. Y es que a éstos airados jovenzuelos de coleta, mochila y zapatillas deportivas, a los que acompañan algunos veteranos teólogos de la hoz y el martillo, todo lo que huele a monarquía les da cierto repelús. Lo suyo es la utilización de la guillotina para ejercitarse en la rebanación de testas coronadas, que es deporte que conocen bien.

Y en ésa especie de paroxismo revisionista que marca las acciones de los radicales de izquierdas le ha tocado el turno a las tradiciones cristianas. Se cuestiona el espíritu navideño y todo lo que desprende aroma religioso. Y hasta se apagaron las grandes estrellas que iluminaban el camino hacia Belén. Y metidos en la faena de intentar modificar el alma de un pueblo nada mejor que empezar por los niños. Iniciando un período de reeducación que puede comenzar trasformando el sentido de la cabalgata de los reyes para ir adentrándose progresivamente en otros terrenos puramente ideológicos.

Suplantar los reyes magos por magas: convertir al rey Baltasar en Baltasara; sacar del arcón del olvido una cabalgata que huele a naftalina histórica y de la que nadie guarda memoria y jugar con la ilusión, con el aura de fantasía que inunda en éstas fechas el universo de los peques es una jugada tan burda, de tan pésimo gusto, como cruel en el fondo. Porque lo que se está haciendo es, ni más ni menos, que atentar contra los sueños infantiles, unos sueños poblados de escenarios escritos por los siglos y las creencias y alimentados a lo largo del tiempo por las tradiciones que nos han hecho el pueblo que somos.

No se como le explicaré a mi nieto cuando me pregunte porque el rey Baltasar, el negrito de toda la vida, es ahora una señorita también de color. Ni que milonga me sacaré de la chistera para justificar la presencia de unas magas, venidas de no se donde, con mensajes republicanos como tarjeta de identidad. Jugar con magos y magas, teñirlo todo con el barniz de la política más radical y revanchista, y perturbar el planeta de ingenuidad y fantasía en el que anidan los niños es, como poco, una canallada.