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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Juegos preferidos

17 de febrero de 2025

De vez en cuando salta una noticia a los medios informativos. Una encuesta realizada en ésta o en aquélla comunidad da como resultado que los juegos preferidos por sus habitantes son las LOTERIAS del Estado o los cupones de la ONCE. Los juegos públicos, que son elevados a los altares de la popularidad por las gentes del pueblo. No dejan de provocarme una cierta gracia la mayoría de conclusiones de los sondeos de opinión, que en ocasiones no aciertan ni por casualidad. Lo que no impide que los medios los recojan con amplitud y muchas veces den por válida su veracidad.

No seré yo quién discuta si LOTERIAS u ONCE son los que se llevan la palma en cuestión de preferencias a la hora de jugarse los cuartos. Puede que sea verdad y no entra en mis funciones cuestionarlo. Pero me da en la oreja, la que me pellizco cuando me pone en estado de alerta, que no serán pocos los preguntados que aunque vayan al bingo, echen las sobras del carajillo en la máquina del bar, se acercan de tarde en tarde al salón del barrio o frecuenten, con carácter excepcional, el casino de guardia que no mencionarán ni por asomo que les gusta apostar de vez en cuando a algunas de las alternativas de azar mencionadas. Hablo de clientes circunstanciales o más o menos asiduos a solazarse con los juegos privados.

Y no lo expresarán por la sencilla razón de la mala imagen cultivada deliberadamente contra los juegos privados. Por el que dirán o el complejo que sienten algunos de reconocer que se lo pasan bomba en un bingo o un salón. Y por descontado que no hablo en ningún caso de personas presas en las redes de la adicción. Llegado el instante de la confesión les puede el miedo a que les confundan, les aterra la posibilidad de que los califiquen como pertenecientes al pelotón de los ludópatas.

Al escribir de éste modo no estoy cuestionando para nada el más que posible liderazgo de SELAE y ONCE en materia de consumo de juegos de azar. Lo que denuncio es el efecto que la demonización de los juegos privados ejerce sobre muchos individuos que niegan, con complejo de culpa, que se lo pasan de puta madre en un bingo o salón. Sin cometer excesos de ningún tipo. Disfrutando, sencillamente, de unos instantes de emoción y diversión. Así están las cosas. Que pena.