Sale Don Simón en la caja tonta en su trescientas veintiséis comparecencia durante los últimos seis meses. Y lo hace para cumplir su cometido: desinformar, decir obviedades, soltar unas risas y hasta tratar de contar algún chiste de escasa gracia. Y va el tío y con su voz meliflua, su rebequita y su cara de jueves santo dice: “Tranquilos, esto es cosa de mes y medio y salimos.” Los que conocen el personaje por sus hechos, sus incongruencias y sus sandeces lo escuchan sin alterarse porque les consta que es una idiotez temeraria más de un individuo que no merece el menor crédito. Pero por el contrario no cabe duda de que un sector de la población, forofa del individuo en cuestión, seguro que salta de alborozo y se enciende en su ánimo la chispa de la ilusión ante la perspectiva de que se acaba el mal sueño.
Puestos a calibrar las intervenciones de Don Simón en su conjunto y éste que citamos muy en particular cabe preguntarse: ¿ como puede un presunto portavoz del gobierno en materia científica y sanitaria actuar con tamaño sentido de la irresponsabilidad, con ésa ligereza que encubre una flagrante mentira y con tantísima y dañina desfachatez ?
Al pronunciarse del modo que lo hizo el tal Don Simón estaba jugando suciamente con las expectativas e ilusiones de millones de ciudadanos que están desesperados e impacientes por vislumbrar una luz de esperanza que nos permite salir del túnel negro en el que estamos metidos.
Seamos realistas, no hay que echarle la culpa a Don Simón de éste, uno más, de sus discursos premeditadamente falaces. El tipo se limita a cumplir las consignas de los de arriba, de los que le mandan. Que si por algo se distinguen es por gestionar la pandemia a golpes de irresponsabilidad, de embustes, de improvisaciones y contradicciones para al final largarles el problemón, y los muertos, a las autonomías. Irresponsables al mando de un país sin rumbo.