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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Importancia de la máquina del bar

14 de diciembre de 2018

Lo escribí recientemente. El bar del barrio, el de la plaza amiga o la calle de al lado: el del bocata y el carajillo, el del vermú y la tapa, y el de la maquinita donde se depositaban las monedas sobrantes del almuerzo o el aperitivo se ha ido muriendo y está siendo reemplazado por otro tipo de establecimiento, por otro concepto de hostelería más acorde con las tendencias actuales.

Asustan y preocupan los datos. En ocho años 18.000 bares de ésta España nuestra cerraron la puerta y nos dijeron adiós. Muchos de ellos formaban parte del paisaje urbano, de la existencia vecinal y recogían su pálpito humano, sus confidencias, la propia esencia de la barriada. Con la desaparición de ésos 18.000 bares, ¿ cuantas máquinas se han perdido, que daño se ha infringido a fabricantes y operadores? El cálculo, máquina arriba o abajo, no resulta difícil.

La crisis brutal cuyas secuelas arrastramos y los cambios de hábitos sociales, además del anclaje de muchos locales en un modelo manifiestamente envejecido, han acabado con la vida de numerosos bares. Algunos subsistían merced a las máquinas y cuando éstas cayeron se acabaron. La hostelería del bar familiar, del pequeño negocio autónomo, le debe mucho a la máquina, a su ayuda y contribución a la marcha del negocio.

A pesar de los pesares todavía quedan bares, y amigos de la barra y la mesa, y máquinas con propuestas divertidas para introducir unas monedas y disfrutar de una emoción liviana. Pero emoción al fin y al cabo. Que no decaiga la máquina del bar. Y que así sea.