Hard Rock es un antiguo megaproyecto para el Camp de Tarragona que incluye hoteles, casino y una oferte de ocio. La Generalitat catalana se está encontrando con serios problemas para sacar adelante sus presupuestos porque los Comunes, que son poquitos pero muy comunistas, se oponen frontalmente a que se dé vía libre al asunto. No quieren bajo ningún concepto que Hard Rock se transforme en una realidad turística de impacto y contribuya al robustecimiento de la economía tarraconense.
Estamos por tanto ante un ejemplo más de como la ideología marxista, tan casposa como inútil históricamente hablando, se opone de manera frontal a proyectos que, sometidos a todos los controles que se consideren oportunos y bajo unas condiciones de funcionamiento sometidas a la autoridad política, están llamados a generar riqueza y fomentar la creación de muchos puestos de trabajo. Proyectos de una indiscutible dimensión económica y social que, insistimos bien resueltos conceptualmente, son un factor de progreso para las comarcas donde se ubican.
Resulta cuanto menos indignante que quienes torpedean la realización de una iniciativa de ésta naturaleza, que representa de entrada cubrir un capítulo de inversiones de muchísimos ceros, sean unos tipos, poquitos pero folloneros, que en el noventa y nueve por ciento de los casos no saben lo que es sudar una nómina mensual, que se autoerigen en revisionistas de todo lo que no encaja dentro de sus estrechas entendederas subordinadas por entero a una ideología históricamente fracasada que sólo ha servido para repartir pobreza allí donde se ha instaurado. Y ejemplos más que elocuentes tenemos para contar y alertar sobre sus nefastas consecuencias.
Que grupúsculos sin entidad social alguna como los Comunes en Cataluña y otros similares en distintos territorios condicionen la gobernabilidad y se opongan al progreso demuestran hasta que extremo se ha degradado la política en España. Que está en manos de indocumentados.