El lunes, 11 de marzo, finalizaba el artículo diario con éstas palabras: «Al final, el megaproyecto Hard Rock ¿estará condenado políticamente?. Posiblemente sí.” La respuesta oficial es conocida: Los comunes independentistas y comunistas no han apoyado los presupuestos de la Generalidad de Cataluña por incluir lo del dichoso complejo con casino incluido y a Aragonés no le ha quedado otra que convocar elecciones, con la sombra del fugado Puigdemont como posible candidato flotando en un ambiente cada vez más degradado y subordinado a los caprichos de unas minorías populistas ancladas en ideologías que constituyen un modelo de fracaso histórico.
¿ Fin de la historieta de Hard Rock ? Por que hay que convenir que todos los avatares del dichoso proyecto, que viene coleando por espacio de once años, que son años, desprende sus buenas dosis de fantasía, con muchos cambios de por medio, quiebras, paréntesis y sensaciones poco fiables. El amortizado Artur Más se sacó de la chistera el asunto para competir con el Eurovegas de Madrid y ahí empezó una carrera de despropósitos que por un lado se esfumó y por el de Cataluña se ha venido manteniendo de manera más artificial que pegado a la realidad.
Soy de los que cree que la historieta, pues en verdad el proyecto nunca alcanzó visos de una sólida autenticidad, pasará a los anales de la irrealidad funanbulera y de la irresponsabilidad política en una autonomía donde tomó carta de naturaleza desde que se desataron las veleidades independentistas del honorable Más.
Historieta o no, me importa un pimiento. Lo indecente de éste caso, al margen de su viabilidad, es que un puñado de cretinos que asumen las posturas más retrógradas condenadas por la historia, contribuyan en Cataluña y en España al retraso más atroz en materia de política económica y social. Eso es lo alarmante y lo condenable. Lo de Hard Rock, historieta de tebeo.